miércoles, 14 de diciembre de 2011

Rosas azules...
Rosas que eran esperanza...
Dos almas perdidas deseosas de amar
se dejaban llevar por una promesa deshecha por
un sin fin de espinas dispuestas a abortar
cada ilusión que en ellos abordaban.
Cada pétalo que se desvanecía en la tristeza
nos hacer ver que nunca tuvimos una oportunidad.
Era el corazón quien se desangraba con cada espina
decidida a hacernos creer que podíamos hacerlo realidad.
En cada una de sus hojas estaba escrito nuestros destino,
incierto, desconocido y, obviamente, inexistente.
Me desvanecí como cual hielo expuesto oportunamente al sol
cuando la vida me hacía saber que estábamos lejos de las nubes...
Tan lejos que ni siquiera había espacio para un beso de despedida.
Cada rosa muere oportunamente, blancas, rosas y rojas, pero
aquella azul quería permanecer viviente por el resto de nuestras vidas,
en ella vivía una promesa, y aunque estaba rota, era un promesa al fin y al cabo.
Tratamos de hacerla vivir, tratamos de que no se marchitase.
Fue inútil... Una promesa rota, es una rosa azul marchita.

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